Las causas de los trastornos de la conducta alimentaria
Las causas de los trastornos de la conducta alimentaria
En la aparición y desarrollo de los trastornos alimentarios confluyen diferentes factores:
Las personas que tienen un familiar de primer grado que haya padecido un trastorno de la conducta alimentaria o TCA, tienen de cuatro a cinco veces más probabilidades de desarrollar este problema. Sin embargo, el que en la familia se den otros casos de trastorno alimentarios no supone necesariamente que la explicación sea exclusivamente orgánica, ya que esto también puede indicar que puede haber un patrón alimentario familiar inadecuado y no se pueden descartar los factores de aprendizaje. En todo caso, tener una predisposición genética no significa una sentencia y tampoco implica que no puedas superar el trastorno.
Determinados rasgos de personalidad pueden aumentar la vulnerabilidad a desarrollar un desorden alimenticio. Por ejemplo, las personas con rasgos obsesivos son más propensas a padecer anorexia, mientras que quienes padecen un trastorno de ansiedad son más proclives a la bulimia.
Tener una autoestima baja y la tendencia a perder el control también harán que tengas más propensión a recurrir a la comida para “compensar” tus problemas en otras áreas de la vida. Por eso, el estrés, la baja tolerancia a la frustración y la inestabilidad emocional suelen actuar como detonantes de estos trastornos.
Es importante que recuerdes que el acto de comer suele generar satisfacción, por lo que en el cerebro se liberan neurotransmisores como la dopamina, que no solo provocan una sensación placentera, sino que también harán que te “enganches” a esa conducta. Por eso, si te sientes triste o ansioso/a y mejoras cuando comes, es probable que termines utilizando los alimentos para “controlar” tu estado de ánimo.
Los mensajes que transmite la sociedad influyen en tu autoimagen. Si no cumples con los cánones de belleza y tienes una baja autoestima, es probable que comiences a sentirte disconforme con tu cuerpo y recurras a peligrosas dietas restrictivas, te obsesiones con la cantidad de calorías, te purgues o mantengas un ritmo de ejercicio insostenible que terminará minando tu salud física y emocional.
En otros casos, el problema puede estar provocado por malos hábitos alimenticios adquiridos en la infancia o en la convivencia con alguien que también tiene malas costumbres nutricionales. De hecho, las reacciones de las personas más cercanas a ti, ya sea en términos de recompensas o burlas, pueden reforzar determinados comportamientos negativos y hacer que desarrolles una relación conflictiva con tu cuerpo y con la comida
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